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EL MONSTRUO DE MIL CABEZAS.

Por Mario Mora Legaspi 

La recaptura de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera alias “El Chapo”, sin duda alguna, es una victoria importante en la lucha contra el narcotráfico en México, pero también para Estados Unidos que desde hace años andaba tras los pasos de dicho sujeto por ser uno de los principales distribuidores de drogas en territorio norteamericano y sobre todo introductor de la letal sustancia de fentanilo, cuyos efectos causan daños irreversibles e incluso la muerte entre quienes la consumen. 

Tan solo el año pasado se reportaron en la Unión Americana más de 110 mil decesos de personas a causa del abuso de las sustancias tóxicas, como es el caso del fentanilo, de tal suerte que Ovidio Guzmán era y es una persona de interés para las autoridades vecinas, que reclaman su extradición con el fin de que sea castigado por las leyes gringas. Por lo pronto, se encuentra recluido en el penal del Altiplano (conocido antes como el de Almoloya), en espera de conocer su destino. 

Su segunda detención, esta vez con éxito y no como sucedió en el 2019, representa un fuerte golpe para el Cartel de Sinaloa y el crimen organizado en general, sin embargo, no significa acabar con el narcotráfico, pues está debidamente comprobado que se está luchando contra un “monstruo” de mil cabezas. Pueden caer hasta 100 de ellas, pero siempre tendrán reemplazos. 

Muchos analistas coinciden que las razones del incremento de la violencia en los años recientes en México deben rastrearse en la inestabilidad del mercado de drogas y el combate militar que asumió el gobierno de Felipe Calderón contra el crimen organizado desde fines de 2006 hasta la actualidad. 

Por espacio de varias décadas, la violencia relacionada con el tráfico de drogas se mantuvo en niveles controlados y los enfrentamientos entre traficantes y de éstos con las autoridades no fueron frecuentes ni generalizados). La violencia criminal no es fruto de un instinto de agresión inevitable de los grupos de la droga, ni la violencia militar es la forma invariable que el Estado utilizó para imponerse a las redes de narcotráfico. La violencia se exacerba sólo bajo ciertas condiciones sociales y políticas, o bajo una configuración particular de las relaciones de poder, cuyos devenir y configuración actual deben ser cartografiados. 

El aumento de la violencia que padecen algunas zonas del país obedece a relaciones específicas entre soberanía y gobernabilidad, que configuran el mercado de drogas en general, las guerras entre cárteles y el combate del gobierno a dichas bandas criminales. 

La visión del narcotráfico como un fenómeno que amenaza la seguridad nacional de los países que lo padecen es un rasgo común tanto de los discursos de los gobiernos del continente americano como de la mayor parte de los estudios académicos al respecto. Y lo comprobamos en los hechos, con lo ocurrido en Culiacán y en otras zonas del estado de Sinaloa, donde los criminales realizaron actos de violencia y casi de terrorismo para tratar de rescatar a Ovidio. 

No podemos pasar por alto que durante las últimas décadas y con el advenimiento de las sociedades globalizadas, el fenómeno del narcotráfico ha cobrado gran importancia como una problemática nacional e internacional de dimensiones insospechadas. 

Para poder atacar de manera efectiva al narcotráfico, primero es necesario comprender sus orígenes, su naturaleza y sus dimensiones. Este ha sido uno de los principales errores por parte de los gobiernos al intentar entender el fenómeno y explica en buena medida su impotencia para controlarlo, a tal grado que muchos expertos del tema ven los esfuerzos de las autoridades contra el narcotráfico como una guerra perdida. 

El narcotráfico se puede definir como el tráfico de drogas ilegales que son transportadas clandestinamente de un lugar a otro. El analista y periodista Jorge Fernández Menéndez señala que se debe entender al narcotráfico como una “estructura de poder” porque de esta manera se puede comprender la magnitud real de dicho fenómeno. 

Lo cierto es que el narcotráfico en México se ha convertido en un problema grave, que pone en jaque al gobierno, la seguridad nacional, la seguridad y la salud de la sociedad. 

Una realidad insoslayable de nuestro tiempo es que los jóvenes están cada vez más ensimismados en la experiencia hedonista de las drogas, en una actitud apática ante su propia realidad. 

LA REFLEXIÓN: La lucha contra el narco es una batalla que parece no tener fin.