Raquel recuerda los días siguientes al nacimiento de su primer hijo como una pesadilla. No dormía, no conectaba con el bebé y los pezones, le dolían en cada toma. No es por dramatizar, pero en aquellos días de angustia insomne una idea la atormentaba. "¿Dónde está mi instinto maternal?", se repetía. ¿Acaso era ella la única mujer que no sentía eso?
El instinto maternal se ha convertido, en objeto de investigación científica y, en un mayúsculo pararrayos en el que descargan evidencias, opiniones y debates de todo signo.
La periodista Chelsea Conaboy, especializada en salud y ciencia, llega con el ensayo 'Cerebro materno: cómo la neurociencia está reescribiendo la historia de la crianza'. No, el instinto maternal no es un destino ineludible. "No me gusta la palabra 'instinto'. Un instinto es una idea rígida, un patrón fijo de comportamiento, y la crianza no es automática, es una agitación del cerebro y una transición agotadora. Puede estar llena de asombro y amor, pero en realidad no conozco a nadie que no haya llegado a la paternidad con algún tipo de angustia psicológica".
El concepto de "instinto maternal" fue un invento masculino que buscaba el "control de las mujeres". Fue acuñado en la teoría científica a principios del siglo XX por señores religiosos que tenían un interés declarado en hacer que las mujeres blancas acomodadas tuvieran más bebés en aras al "engrandecimiento nacional".
Este mito tiene consecuencias nefastas como considerar "defectuosas" a las mujeres que no quieren ser madres hasta permitir una dejación de funciones en las parejas y el Estado
Leta Hollingworth, en 1916 definió el instinto maternal como "un dispositivo barato" que sirve para que "las mujeres se vean obligadas" a tener niños por métodos parecidos a los que empujaban a los hombres a ir a la guerra: glorificando la experiencia y ensombreciendo la parte dura. La tasa de mortalidad materna era 60 veces más alta a principios del siglo XX que a finales.
"Sí existen procesos hormonales, experienciales y neurobiológicos que se activan en la gestación, no son cosas automáticas, innatas que tienen las mujeres desde que nacen, y solo ellas" dice.
Patricia Fernández, autora de 'Psicología del embarazo', dice que gracias a la aportación de las neuroimágenes, sí valida la existencia del instinto materno. Sin embargo, no lo entiende como un deseo universal e irrefrenable de ser madre, sino como "una conexión, una intuición para detectar y reaccionar ante las necesidades de la criatura".
Los cambios, que en las mujeres se ponen en marcha durante el embarazo, activan este "instinto que se pone a nuestro servicio y al de la supervivencia de la especie". No siempre, s es automática ni "está afinada", ya que pueden influir el estrés y la adaptación. La neurociencia registra alteraciones en el cerebro de los hombres tras un primer periodo de crianza corresponsable.
Sin embargo, una cosa es que se active este especie de radar intuitivo y otra muy diferente esa idea de que, gracias al instinto maternal, las mujeres vienen equipadas con cuanto requiere un bebé. "En realidad, los nuevos padres necesitan apoyo para hacer una transición saludable a esta nueva etapa vital en la que un bebé vulnerable depende de ellos", afirma Conaboy, quien añade que "ese sostén debe incluir tiempo, seguridad financiera básica y manos amigas".
La periodista Begoña Gómez Urzaiz, autora del ensayo 'Las abandonadoras', habla de mujeres que dejaron a sus hijos,. "Ante una idea como la del instinto maternal, me haría una pregunta propia de una investigación criminal: ¿Cui bono?, ¿a quién le beneficia que perpetuemos esta idea de que solo las madres están mágica y ancestralmente dotadas para el cuidado? La respuesta es clara".
La periodista, entiende que el mito del instinto maternal tiene todo tipo de consecuencias: desde considerar "defectuosas" a las mujeres que no quieren ser madres o a las que, siéndolo, creen que no poseen ese instinto, hasta permitir una dejación de funciones. "Aplicado a gran escala, el Estado tiene una coartada perfecta para no aplicar políticas de bienestar puesto que por cada niño, se supone, ya hay una madre para ocuparse de él", coincide con Conaboy.
Conaboy, recibe críticas por mantener que el instinto maternal es un mito creado como forma de control. "Se trata de una idea poderosa que desmantela ideas muy arraigadas", afirma la especialista, quien, controversias aparte, es optimista con el hecho de que la nueva ciencia esté brindando un nuevo lenguaje con el que describir la crianza y las necesidades de las familias.
Información: Igualdad. // Vía: Plano Informativo.