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LOS FOTÓGRAFOS DE "EL SOL" (III)

Por Mario Mora Legaspi

La obra gráfica de José Guadalupe Méndez Alcaraz es importante, pues cubrió con su inseparable cámara muchos sucesos trascendentales de Aguascalientes y la región. Se distinguía también por transportarse siempre en su motocicleta de color azul, con la cual se dirigía de un lado a otro de la ciudad, sin importar la distancia y las condiciones climatológicas.

Siempre al pie del cañón y dispuesto a acatar las órdenes de sus superiores y de sus compañeros reporteros que requerían de una foto de última hora, incluso casi al cierre de la edición, dio muestras permanentes de profesionalismo. En otoño e invierno se le veía con camisa de manga larga, chaleco y chamarra, pocas veces con suéter. En primavera y verano con camisa de manga corta.

Formó una bonita familia, hoy hombres y mujeres profesionales y productivos. Su hogar lo tenía cerca del jardín del Llanito por la calle 5 de febrero. Vivió siempre de manera modesta, pues el salario que perciben los periodistas no es el que la gente se imagina. Es un sueldo digno pero insuficiente. Aun así, pudo sacar adelante a su familia y apoyó a sus vástagos para que tuvieran una carrera y fueran personas de bien. Falleció ya jubilado en su tierra adoptiva Aguascalientes.

Luis Almanza Huitrón fue otro miembro destacado del equipo de fotógrafos de este Diario. Hombre bueno, forjado en la lucha diaria, de buena madera y corazón generoso, pero que no ocultaba su contrariedad cuando algo no le gustaba, sobre todo cuando casi para terminar su horario de trabajo lo comisionaban para ir a tomar una foto de última hora. A regañadientes, pero cumplía con la orden.

Luis también utilizaba motocicleta para movilizarse, una de color tinto con blanco. Muy dado a vestir con camisa de chazarilla y guayabera, incluso en tiempos de frío o de lluvia y encima una chamarra o un suéter.

Presumía de bañarse todos los días con agua directa de la tubería, sin importar la época del año. Se ufanaba que diariamente, a la hora de ir a comer, no podía faltar en la mesa una cerveza caguama para ingerir sus alimentos.

Luis y el que esto escribe viajamos a mediados de la década de los setentas del siglo anterior a Chihuahua a cubrir una serie final de basquetbol profesional entre las Panteras de Aguascalientes y los Dorados de aquella capital norteña. Cabe señalar que yo no era reportero de deportes, pero figuraba como reportero comodín y me rolaban en todas las secciones, desde cubrir vacaciones o descansos en la sección policiaca hasta en sociales o cubrir la guardia nocturna.

Por angas o por mangas, recibí la orden de viajar en compañía de Luis Almanza como enviados de El Sol a cubrir tres partidos de un máximo de siete, correspondientes a la serie de campeonato. Confieso que jamás había cubierto un partido de basquetbol, mucho menos hacer una crónica del mismo.

Para ese entonces Chihuahua ya era una ciudad moderna, con muchos pasos a desnivel y edificios de más de cinco pisos. Nos sorprendió su modernidad y también su infraestructura vial.

Los chihuahuenses son muy apasionados. Nos recibieron de manera hostil debido a la rivalidad deportiva. Nos identificábamos como reporteros de Aguascalientes y de inmediato cambiaban su actitud y sin reparos nos advertían que sus Dorados iban a ganar. Incluso en el propio Heraldo de Chihuahua, diario hermano de El Sol del Centro, nos recibieron con puyas en contra de las Panteras y vivas en favor de la escuadra local.

Luis y yo preferimos guardar discreto silencio y soportar la civilizada hostilidad. Pero hubo quienes nos hicieron ver nuestra suerte, incluso el primer día a la hora de comer, nos sirvieron los chiles rellenos más picosos que habíamos probado en nuestra vida, que nos hizo llorar y levantarnos de nuestra mesa pues nos zumbaron hasta los oídos. Y todavía se burlaban diciendo que “no dicen que los de Aguascalientes son buenos para el picante”. Y se reían burlonamente.

La rivalidad alcanzó su máxima expresión en la cancha “Nayo Revilla”, donde casi ocho mil personas que abarrotaron el lugar, abucheaban e insultaban a los de Aguascalientes. A los jugadores y entrenadores del Panteras los recibieron con mentadas de madre. Y a Luis y a mí se nos ocurrió el primer día, de una serie de tres partidos, entrar junto con ellos a la duela. No lo volvimos a hacer en los dos días siguientes.

Luis vivió por largo tiempo en Infonavit Las Viñas hasta su deceso. Formó una extensa familia y uno de sus hijos, Jaime Almanza Delgado, siguió el oficio de su padre y se convirtió desde muy joven en reportero gráfico de El Heraldo de Aguascalientes. Ahora él está jubilado.

A Luis le encantaba también hacer renegar a sus compañeros redactores y a un servidor cuando le pedíamos cubrir tal o cual evento o suceso, a grado tal de hacerse el ignorante y no conocer algún punto de la ciudad, incluso sitios cercanos al edificio del periódico por avenida Madero. El colmo de los colmos.