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LOS FOTÓGRAFOS DE "EL SOL" (VII)

Por Mario Mora Legaspi

Terminamos el texto anterior con una breve semblanza de Víctor Manuel Barba Cuéllar, a quien pocas veces se le vio contrariado, siempre dispuesto a cumplir sin chistar las órdenes de trabajo, así fuera iniciar labores a muy temprana hora y terminar hasta entrada la noche.

Oportuno en tomar las fotos, incluso tenía suerte para cubrir percances y accidentes que ocurrían en la calle, Víctor entregaba siempre material digno de publicarse en las páginas del periódico. Eso sí muy celoso para que sus fotografías aparecieran con su respectivo crédito o nombre del autor de la imagen.

Recuerdo que dos o tres veces, por equivocación mía, acredité una foto suya a otro compañero, la verdad sin intención, por lo que el día de la publicación en cuanto tenía oportunidad de verme ya sea en la redacción del periódico o en un evento público, me reclamaba muy sentido mi error que era totalmente involuntario. Eran gajes del oficio por la carga diaria de trabajo. De cualquier manera, le pedía disculpas por meter la pata.

Muy dinámico y entregado al trabajo, bañado casi siempre en sudor por lo que su rostro lo limpiaba constantemente con su pañuelo, Víctor era oportuno a la hora de tomar la foto importante, pero inoportuno al momento de entregar su material, pues por lo regular era el último en hacerlo. Llegaba al periódico casi barriéndose y con una justificación por delante. Los contratiempos de la vida eran los responsables de su demora y no él, así era Víctor.

Lo puedo decir sin tapujos que Víctor brilló con luz propia y su obra fotográfica se caracterizó por su enfoque periodístico. Fue también un emprendedor, pues logró montar un laboratorio de fotografía para brindar al público el servicio de revelado e impresión de imágenes. Primero lo estableció por el rumbo del barrio de San Marcos y tiempo después abrió un local ubicado en Madero casi esquina con Cosío, a unos pasos del periódico.

Por esta razón, teníamos reportero gráfico casi a la mano, pues cuando se presentaba un suceso de última hora y no se encontraba en ese momento disponible el fotógrafo de turno, entonces recurríamos a él y asunto arreglado. Nunca dijo que no al favor que se le pedía a pesar de haber concluido con su jornada laboral o así fuera su día de descanso.

Víctor tenía el miércoles asignado como su día de descanso, pero muchas fueron las veces que acudió al periódico a entregar material que consideraba digno de publicarse, sobre todo algún hecho relevante o un accidente. Era profesional a carta cabal.

Los domingos andaba de arriba para abajo, reportero gráfico incansable, en busca de la foto crítica referente a la falta o deficiencia en los servicios públicos.

Hago énfasis en esto último, porque para nosotros los trabajadores de la prensa escrita, el domingo era casi igual que los demás días. Si bien poco se reporteaba ese día para información local porque las fuentes informativas estaban cerradas, salvo uno que otro acto o reunión dominical que no faltaba, en el caso de los redactores teníamos que ir a la redacción para escribir las notas atemporales que guardábamos durante la semana para ese día, y en el caso de los fotógrafos resultaba más complicado pues tenían que “barrer” la ciudad para tomar el material que necesitaban los reporteros a fin de ilustrar sus notas.

Y Víctor era uno de los responsables de proveer esas imágenes, lo que era una tarea bastante pesada. Trabajar en un periódico tiene su chiste, no es cosa fácil y resulta más complicado para los fotógrafos.

El tiempo no se detiene y Víctor comenzó a batallar con diversas enfermedades, como diabetes y presión arterial alta, pero siguió trabajando con ahínco y con la camiseta de El Sol bien puesta, Sus males se agravaron y llegaron las incapacidades médicas que culminaron con su retiro del servicio activo.

Luego de una intensa lucha por su vida, Víctor partió de este mundo ante el dolor de su esposa, hijas e hijos, nietos y nietas, y demás familiares, además de numerosas amistades y compañeros de trabajo y de labores informativas.

Dejó un gran legado y una de sus hijas, Karla Viridiana Barba Peña, recogió la estafeta de su señor padre y con orgullo es ahora reportera gráfica de El Sol, donde también se distingue por su trabajo y profesionalismo, a grado tal que sus fotos han sido publicadas a nivel nacional a través de los diarios OEM.

No es para menos, tuvo a un gran maestro en casa y en la calle: su señor padre, a quien honra con su labor cada día que pasa

Incluso Karla ya hace sus pininos como redactora. Enhorabuena por ella.