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A DOS AÑOS DE LA LUNA DE MIEL.

En Contexto | Federico Díaz de León 

Hace justamente dos años México se despertaba cual mañana posterior a la noche de bodas. El joven heredero de la familia Morena había desposado a la doncella y se vivía la luna de miel. El idilio, la fantasía romántica, los sueños color de rosa y el epílogo en la historia del vivieron felices para siempre. 

Han pasado dos años que, por lo menos 30 millones de mexicanos, aunque las encuestas decían que era el 77 de la población, de una u otra manera compartía esa dicha, y hacían eco de los votos que formalizaban la unión. 

En la ceremonia, con testigos y todo, Andrés Manuel López Obrador juró, algo así como la fidelidad en las buenas y en las malas. Hizo votos por encabezar una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, para acabar con la corrupción y con la impunidad que impedían el renacimiento de México. 

En lo que autonombró la Cuarta Transformación, Andrés Manuel López Obrador, definió cuáles serán sus retos a enfrentar, dijo que, nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo. Fue esa la causa principal de la desigualdad económica y social, también de la seguridad y violencia que padecemos. 

Y en esos votos vale la pena dimensionar cuál es el resultado de esas promesas en la actualidad; sin apasionamientos, con datos duros, porque como en toda convivencia habrá acusaciones y justificación, los terapeutas le llaman otra etapa de la relación. 

Sin duda hoy los mexicanos estamos dolidos por la deshonestidad y el influyentismo y tenemos hambre de justicia. No sacia la sed el que políticos acusados de corrupción pasen a ser testigos colaboradores, con acusaciones contra el títere y el titiritero del sexenio anterior, que hasta ahora gozan de impunidad y sólo exacerba más a la sociedad. 

Dónde está un solo imputado, de los que debe haber muchos, que responda al saqueo de nuestro país, el haber vendido al mejor postor la seguridad, la paz, y haya convertido a México en un cementerio. Dónde están los verdaderos artífices que tejieron las redes de estafa y corrupción. 

Y qué hay de los pecados propios, quien responde ahora por las acusaciones de saqueó al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado; del videoescándalo de Pío López Obrador, que la Unidad de Inteligencia Financiera exoneró; qué hay del señalamiento de desvíos en la CONADE que encabeza Ana Guevara; de la relación con el caso Odebrecht que llevó a Javier Jiménez Espriú a renunciar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. 

Qué hay de las 21 denuncias contra Manuel Bartlett, titular de la Comisión Federal de Electricidad, por irregularidades en la adquisición de su patrimonio; la casa de campaña, el presunto uso de una empresa fantasma y el desvío de recursos para financiar el órgano informativo de Morena, del que se acusa a su vocero Jesús Ramírez Cuevas. Y la lista no termina ahí. 

Y si hablamos de desigualdad económica y social, hoy, más de 62 millones de mexicanos viven en la pobreza y la marginalidad. Al tercer trimestre del año la pobreza laboral aumentó en un 8.8 por ciento, según cifras del CONEVAL. El desempleo alcanza el 4.7 por ciento y el crecimiento del país cayó un 9.6 por ciento. 

De la violencia e inseguridad que padecemos; en el último año se han registrado en México 40 mil homicidios y en medio de esas cifras, Alfonso Durazo renunció a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, para buscar la gubernatura de Sonora. Y en el trampolín político, todo sigue igual. 

Han pasado dos años de esta feliz unión que los mexicanos decidirán llevar hasta el final u optan por el divorcio exprés, con la revocación del mandato popular.